Ni un espacio crítico amplio ni menos una instancia de reflexión



jueves, 4 de febrero de 2010

Ya empezamos a lloriquear





No sé si todos recordarán pero el mismo día del triunfo (o de la derrota) sucedió un hecho curiosísimo. La Cecilia, sin que nadie se lo pidiera, le cobró sentimientos a la Michelle. Le recordó "cosas que se dicen al fragor de la lucha" (lo del fragor y la lucha es mío, cito de memoria) sugiriendo olvidarlas y comenzar un nuevo trato. La nación entera se fue de espaldas, preguntándose qué pudo haber sido todo eso... Qué cosas se habrán dicho, nos preguntábamos todos. Que la Ceci le dijo gorda a la Michelle, que ésta le lanzó una pachotá que ni te cuento... En fin.

Fue un asunto menor, claro está. Pero también claro está que se trató de un pequeño despropósito. En primer lugar, meter su cuchara en una conversa entre presidente en ejercicio y presidente electo. Ná que ver. En segundo, sacar trapitos al sol ante la audiencia nacional completa.

Aventuro una explicación: en los sectores acomodados se acostumbra experimentar la ingesta alcohólica en la terracita o en la salita de lectura. Nadie anda tomando en los bares, ni siquiera en los restaurantes de lujo. En la calle, desde luego que no. En resumen, se toma en casa, como un caballero. También está claro pa todo el mundo que la ingesta promueve la soltura de lengua y el desbarajuste de los sentimientos. Un dato adicional: se comienza a beber a la hora del crepúsculo, que fue precisamente la hora en que ocurrió el incidente. Agreguemos también que, por lo general, el señor toma whisky y la señora vino blanco.

Ergo, arriesgo la hipótesis de que la noche aquella, Cecilia estaba embriagada por el triunfo (véase Figura 1).

Y es muy posible también que la Ceci celebrara no sólo el triunfo: era altamente probable que Sebastián, la noche del siguiente día, regresara a casa con algunos pesitos fruto de su esfuerzo diario. Porque, igual que el resto de los trabajadores, Sebastián sale a trabajar todos los días pa parar la olla. Esta vez no fue distinto y regresó muy suelto de cuerpo con 9 millones de dólares. Se celebró con vino blanco, nuevamente, pero no tenemos registro de ello.

Ahora bien, el roteque es roteque aunque nade en millones. Muchos han dudado de que Sebastián provenga de la clase media. Capaz que así sea, pero al cabro le falta clase, sin duda. Si no, véase eso de andar invitando a terceros cuando el invitado es uno. Me temo que este niño sea muy aficionado al juego perverso de "pasar a llevar". (Existen antecedentes, y muy serios.)

Pero todo esto es historia pasada.
Lo importante hoy es que el lloriqueo ya comenzó, ayer, a propósito del déficit fiscal.
Me preocupa.
Yo tenía entendido que estos chicos, de centro derecha, de derecha tirá pa'l centro, de centro centro y de derecha derecha derechamente, hace mucho tiempo que mantenían una suerte de gobierno paralelo, o de fiscalización sistemática y muy organizada, de todo lo que hacía la Concerta. De ahí el patatús que me dio al saber que recién se dan por enterados del déficit fiscal y de pasadita anuncian, compungidos y con lágrimas en los ojos, que no van a cumplir con todas las promesas. Lo tienen que haber sabido hace seis meses, nos están agarrando pal chuleteo.

Ahora bien, hace rato que estamos tirando pa la cola. Hará un mes, la página editorial de El Mercurio ponía en duda el millón de empleos. Alberto Espina ya no habla de acabar con la delincuencia, es imperativo "disminuirla", señala.

Pero lo que ha acaparado realmente mi atención en asuntos de déficit, es el lenguaje del Seba, y aquí cito textual: dice que es probable que "no podamos cumplir con las demandas que pudieran surgir en la sociedad chilena, sobre todo de los sectores más vulnerables". ¿Cómo que pudieran surgir? ¿Es que no lo tenían todo clarito?
Habrá que entender que todo aquello que pudiera surgir no está en el programa. Además, vendría siendo toda una incógnita, aquello que hoy no está presente y que nadie ha podido prever, ni decanos ni magísteres ni doctores. Vaya sorpresa. Hay más de alguien que vive en otro mundo.

Pero exagero. No es el caso del Seba. Aquí hubo una mala asesoría.
Sebastián sabe lo que es ganarse los porotos. Es su tarea diaria. Por ello, no se tome a mal, o no se crea que es nueva o rara la preocupación de Sebastián por los sectores más vulnerables. Domingo por medio, almuerza en su casa con algún vulnerador. Se acompañan de un buen tinto.
Cecilia toma blanco, ya se sabe.