Ni un espacio crítico amplio ni menos una instancia de reflexión



martes, 29 de junio de 2010

La celebración



-Bueno, Sebastián, creo que estamos terminando... ¿quisieras hacer alguna pregunta?

-Sí. Es decir, no. Mire, lo que yo realmente quiero es saber cómo me puedo acercar a la gente pobre sin que se note... Sí, ya sé. Por eso le conté lo de Duao, Iloca y Dichato, de cuando con la Cecilia íbamos de mediagua en mediagua con nuestra cajita de...

-Sebastián, si no tienes una pregunta concreta...

-Un minuto, deme un minuto no más... le pago el doble... Ibamos con nuestra cajita, le decía, nuestra cajita de desinfectantes y antimosquitos y antizancudos y dormíamos tranquilitos y a la gente le gustaba que estuviéramos allí, desayunábamos juntos y después veíamos el partido claro que el último partido fue con un asado o sea sin desayuno bueno con desayuno pero el asado era lo importante porque a esa hora era el partido y la gente me aplaudía a mí y a la Ceci y yo creí que todo estaba bien a pesar que perdimos y por eso fue que invité al Mayne-Nichols o sea a él y a todo el equipo pa recibirlos en la Moneda porque yo creo que los cabros lo hicieron bien a pesar que perdimos y había que felicitarlos y hacerles una fiesta ahí en la plaza de la constitución pero no por mí sino por ellos...

-Sebastián, por favor...

-... un minutito no más... le pago el triple... por ellos, le digo, a pesar que perdimos porque claro la gente también me va a ver a mí ahí en el balcón y junto a la Ceci porque no podría dejarla fuera de la celebración si pa eso fue que fuimos a dormir a las mediaguas y a tomar desayuno y comer sopaipillas con toda esa gente pero la celebración es pa ellos pero pa todos ellos incluido el Mayne y el Marcelo que tampoco los puedo dejar afuera aunque yo no les caiga bien pero no importa y aquí vuelvo a lo que me preguntó usted recién que mi problema es cómo hacer pa que la rotá no el Mayne ni el Marcelo me tenga algo de cariño pero genuino y por eso fue que yo pensé que lo mejor sería recibirlos a todos a todos en la Moneda con una fiesta en la plaza de la constitución a pesar que perdimos y bueno ahora me sale el Mayne con que no le gusta que lo inviten por la prensa dice él y bueno si yo lo estoy haciendo de firme partidario de la roja que soy y porque creo que los muchachos...

-Sebastián... don Sebastián... ¡Enfermera!  ... ... Sebastián, todo eso lo analizaremos en detalle en la próxima sesión, de acuerdo? Buenas tardes. Sí, sí, sí, en la próxima sesión, buenas tardes.

...

Incontinencia verbal, conducta extravagante, anotó el doc en su libretita.




miércoles, 9 de junio de 2010

Lamentable pérdida


Estimados, queridos y recordados compatriotas, connacionales y amigos:

Ayer a las 7:30 dejó de existir en la capital argentina el destacado jurista don Miguel Otero a raíz de una verborrea fascistoide que lo aquejaba desde que abandonó la Escuela Militar, con su diploma de oficial de ejército bajo el brazo, allá por los años '50. Resistió el último embate de la adversidad por 24 horas, pero el destino quería otra cosa.

Múltiples fueron las labores en que se desempeñó don Miguel. Contralor de la Universidad de Chile en la década del 70, no escatimó esfuerzos por limpiar la universidad de los elementos dañinos que pululaban en su interior. Posteriormente, en los noventa, cuando muy a su pesar se reconquistó la democracia, fue "elegido" senador de la república. En el hemiciclo mostró una de sus más notables facetas, la de amigo de sus amigos; desde esa tribuna promovió sin descanso la ley que impediría que a mí me volviera a suceder lo que me pasó con la Matthei; ley que lleva su nombre, por cierto, y que permitió encarcelar posteriormente a más de algún fascineroso, como un tal Guillé, por ejemplo.

Yo tampoco me olvido de los amigos. Más aún, si se trata del padre de una de mis asesoras. Por ello, cuando fui ungido con este alto cargo, no dudé en llamarlo y pedirle que hiciera, una vez más, un sacrificio por la patria. Miguel, te quiero en la embajada argentina, le anuncié. De allá somos, me contestó, siempre tan chancero.
Allende (oh, perdón) allende Los Andes, decía, cumplió a cabalidad con sus funciones de representante del gobierno chileno durante inolvidables 61 días, tomando decisiones altamente juiciosas en momentos muy difíciles. Apenas se dio cuenta de que llevaba como dos meses en Buenos Aires y nadie le daba pelota, decidió dar un paso audaz. Llamó al diario Clarín pa que lo entrevistaran pero a título personal. Soy Miguel Otero dijo al teléfono ¿podrían entrevistarme?, ¿el embajador de Chile? preguntó la periodista. No, soy Miguel Otero no más.
¡Graaande Miguel! "¿La CIA? ¿cuándo? ¿cómo?"   IDOLOO...  

Bueno...
Tus palabras, Miguel, en esa entrevista conseguida a puro ñeque, son un ejemplo para las nuevas generaciones.
¡Qué gusto da oírlo recordar los tiempos de la JAP! ¡Con qué brillante retórica ilustraba aquellas circunstancias y cómo era capaz de hacer historia profunda y verdadera con un par de oraciones simples, aquellas que aprendimos en cuarto básico!
Cito de memoria:
"Yo he estado en colas a la cuatro de la mañana con mi señora y mis hijas para ver si conseguíamos un kilo de pan. Más aún, teníamos que proteger estas colas de la extrema izquierda".

Un patriota de tomo y lomo, Miguel. Así te han recordado también quienes me han precedido en la palabra, el líder de Renovación Nacional, don Carlos Larraín, el timonel de la UDI, don Juan Antonio Coloma y el senador por RN don Alberto Espina, aunque en el caso de este último, la recomendación viene muy de cerca porque es, o, perdón, era, tu sobrino.

Tu aporte, Miguel, en orden a profundizar la inserción de Chile en el mundo como modelo de país democrático y republicano, no será olvidado jamás. Después de ti, las relaciones diplomáticas con la hermana república argentina no volverán a ser las mismas.
Adiós, ciudadano ejemplar, descansa en paz.
La mitad de Chile te recordará por siempre.

viernes, 4 de junio de 2010

El weón desubicado

Hace muchos años atrás era habitual toparse por aquí o por allá con una especie de catálogo que listaba los muy variados y diversos tipos de "weones" que habitan esta larga y angosta faja. Se distribuían de mano en mano, en el colegio, o en la oficina. Ahora se replican de vez en cuando por la red mediante presentaciones power point.
El catálogo también era diverso pero por lo general comenzaba con "el weón aburrido", pasando por el ampliamente difundido "weón tonto", y terminaba casi siempre con "el weón zalamero", o, en un arrebato de ingenio popular, con el weón weón.
El weón desubicado era, por cierto, uno de ellos. No faltaba más, pues los hay por montones, mostrando una transversalidad que asusta.
Y no era para menos pues uno de ellos accedió a la Presidencia de la República, en los inicios del siglo XXI.

De sonrisa julera y presa de un irrefrenable deseo por atraer la simpatía de sectores populares, una tarde se fue a meter al lugar de concentración de la "roja" (cuando jugábamos al fútbol, mucho antes de que el recinto se convirtiera en un campo de golf destinado a financiar las prestaciones clínicas del hospital adyacente) pocas horas antes de que ésta emprendiera vuelo a Sudáfrica a disputar el campeonato mundial.
Hizo de las suyas, según se cuenta.

Es cierto que no se imaginó (como buen weón desubicado que era) el "tibio recibimiento" que le infligió el entrenador de la roja. Pero claro, se fue a meter en el momento en que don Marcelo y sus pupilos tomaban apuntes mirando el partido de España con Corea del Norte. Don Marcelo le sonrió y los jugadores elevaron la mano desganadamente. Sin saber qué hacer por el momento, se retiró hacia las canchas y allí estuvo un rato conversando con utileros y pasapelotas haciendo chanzas con ellos en un lenguaje pretendidamente popular. No le creyeron.
Al rato apareció por allí el Hinzpeter arrastrando el "punto de prensa" que le acababa de arrebatar a la Ena, que quedó hecha una furia hasta que el Rodri le gritó de lejos que se había caído la venta de Chilevisión.

Terminado el partido con España, los chicos salieron a la cancha y se arremolinaron alrededor del artefacto; tomaron el micrófono y jugaron un rato a dirigirse al país. El Presidente los cachó de lejos y prestamente se les acercó. Dijo que quería dirigirles unas palabras de despedida y desearles la mejor suerte del mundo...
De ahí pa' delante, se fue de cagá en cagá.
Comenzó por insultar a los jugadores nombrándolos por sus apodos futboleros, como si se conocieran de aaaños. El editorial de El Mercurio del domingo siguiente tuvo que recordarle que esa era una práctica aceptada en el círculo de las amistades más estrechas, aparte de su uso periodístico. El decano rezongaba en el segundo párrafo: "Presidente, nadie en su casa llama Pitbull a Medel".

No contento con ningunear a los jugadores (creyendo estar haciendo todo lo contrario, conducta típica del weón desubicado) reservó el desatino más grande para don Marcelo, el dueño de casa. Lo calificó de loco. Así de simple. Pero como don Marcelo era un caballero, apenas el Presidente terminó con el ultraje polifuncional, el profe se le acercó, lo saludó de mano y se retiró. El Mercurio silenció el asunto, su editorial no hace mención a esta parte.

Restaba la guinda de la torta. Apenas se retiró el anfitrión, el Presidente se sintió algo más suelto y al terminar su discurso bajó del pequeño estrado a departir con los jugadores, intentando replicar sus chanzas de un rato atrás con los pasapelotas. Vuelta a fracasar. (A nadie le gusta que cualquier pelotudo, por muy presidente que sea, venga y lo llame a uno "palmatoria" así como así.) Pero nuestro hombre es tenaz y como no le había resultado con el lenguaje decidió intentar por el lado del manoseo, mejor dicho, del contacto físico. Y no encontró nada mejor que sobarle la pierna a don Humberto Suazo, centrodelantero que asombraría al mundo un mes más tarde y que en ese momento sufría de un desgarro muscular. Vuelta a cagarla: le hizo nanay en la pierna equivocada. Le sobó la derecha y la lesión estaba en la otra.
Desubicado, pos. Un weón desubicado.

De tarde en tarde recibo un correo con un power donde viene el catálogo a que hago mención. Ha crecido una enormidad. El último contaba la historia que aquí acabo de transcribir, agregando que es desde aquella época que el catálogo contempla la subcategoría: "El weón desubicado propiamente dicho".