Ni un espacio crítico amplio ni menos una instancia de reflexión



sábado, 17 de julio de 2010

Arriba los corazones



-Lo cierto, Padre, es que a esta gente nosotros no la conocíamos.
-Bueno, tengo que decirte que yo tampoco... si es que estamos hablando de lo mismo.
-Supongo que sí, Padre. Estoy hablando de los pobres. Nosotros no los conocíamos. A ver, cómo le digo, yo creo que alguna vez supe, por allá por el año 89, que aquí había pobres y que ese año o el siguiente habían empezado a contarlos.
-Así es, hijo. Y no eran pocos, te voy a decir. El 40% de la población... te hablo en porcentajes porque sé que me entiendes.
-Sí, yo algo supe de ese porcentaje pero pa mí era una cifra más de todas las que he visto, que no son pocas y que siempre terminan aportándome algunos pesitos. Pero no le tomé el asunto ¿sabe? Y ninguno de nosotros. Es que era imposible. A ver, cómo le explico... Yo, por ejemplo, andaba comprando terrenos baratos pa venderlos caros. Me había hecho socio de casi todas las familias ricas... no me iba a poner a hablar de pobreza con ellos, se fija? También mi fortuna, si se puede llamar así, sumaba en verdes varios milones y estaba yo por comenzar a hacerle a lo de las tarjetas que le digo que lo pensé pa la clase media, pero así son los negocios y después todo Chile estaba metido en eso, hasta los pobres, pues... ahí les puse algo de atención pero porque me convenía ¿capta, Padre? Y bueno, le repito, así con todos nosotros. El canciller Moreno, por ejemplo, en el 87 era director del Banco de Chile ¿cómo podía saber él que había pobres por ahí, sueltos? El Hinzpeter, después de su desayuno con café café, palta jamón y queso, partía pa la Pontificia en su autito, a sus clases de derecho ¿dónde iba a ver un pobre o pobretón, por último? Quién más, ahhh, la Ena, la Ena era chiquitita y estaba chocha en segundo medio del Liceo Alemán de Temuco ¿capta? No sé si llegaba en auto, pero es lo más probable, entonces también, ¿cómo iba a saberlo a menos que atropellara a alguien? Y así, todos nosotros, todos. Ah, el Fontaine, hacía clases en la universidad de Houston... El Lavín con su puestazo en El Mercurio, aquí arriba, pos... Hasta el Cruz Coke, que venía saliendo del Sagrados Corazones de Manquehue y después intentó algo en la Finis Terrae, dígame, Padre, de dónde íbamos a saber?
-¿A saber qué, hijo?
-Padre, ¿cómo que a saber qué? Que aquí había pobres, pos.
-Ya... lo entiendo. Pero, a ver, todo lo que me cuentas, hijo, a mí me parece perfectamente natural. No le veo el problema al hecho de que ustedes no estuvieran informados de que en este país había algún pobre o más de uno. ¿Me explico? Me da la impresión de que el problema es otro y que por eso has venido y no porque...

Unos sollozos que partían el alma impidieron al Padre seguir hablando. Sebastián había estallado súbitamente en llanto y nada parecía que pudiera consolarlo.
-¿Qué pasa, hijo? Cuéntame la verdad.
-Lo que pasa, Padre -dijo el Seba balbuceando-, es que nosotros nos reímos, nos reímos con la encuesta Casen... No sé si usted sabe, pero los datos se fueron entregando de a poco, casi como si fuera una elección. Y entonces el Hinzpeter me twiteaba las cifras cada diez minutos: ¡van 250 mil! me decía... al rato ¡ahora son 300 mil más! Y allí todos estallábamos en carcajadas. Viera usted cómo se carcajeaba el ministro Golborne, si era pa no creerlo. El recuento de pobres había aumentado, Padre, y eso producía en nosotros un gran alboroto, por la cuestión esa de la protección social, ya sabe... pero es que no sabíamos de qué se trataba realmente, ya se lo he dicho, y porque tampoco nunca nos imaginamos, Padre, que lo del cuarenta por ciento era cierto. Esa es la pura verdad.
-¿Te arrepientes, hijo?
-Sí, padre. Creo que la cagamos, disculpe usted.

Un largo silencio, que al Seba le pareció eterno, se abatió sobre ambos, hasta que el Padre retomó la palabra, pero en otro tono:
-Le estái poniendo mucho color, Sebastián. Mira, la solución la tenís a la mano: hoy mismo a la nochecita te dirigís al país en cadena nacional en tono lastimero y de estadista, las dos cosas a la vez, pon cara de atribulado... eeesa, perfecta, muéstrate preocupado de las cifras y métele donde caiga lo de la unidad nacional.

El rostro del Seba se iluminó. Se incorporó de su asiento y durante largo rato mantuvo las manos del Padre tomadas entre las suyas, en el más completo silencio, profundamente conmovido.
-Padre -dijo al fin -no sé cómo agradecerle... A ver, Padre, de todo corazón, que le vaya súper bien en el juicio, ya?

miércoles, 14 de julio de 2010

Entre poetas


Para nadie es un misterio que los medios de comunicación en Chile ocultan información, pero también es cierto que últimamente las cosas parecen estar cambiando. Un claro indicador de ello es que el discurso del presidente Piñera con ocasión de la entrega del Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2010 tiene libre acceso en un portal de prensa del gobierno, y está a disposición de cualquiera que desee ilustrarse con él.
Pero eso no es todo, si se va un poco más allá y se le pone tinca a la investigación periodística, se puede acceder también a los entretelones del asunto que ameritó el discurso. Es lo que el equipo de Sebastián Escucha hizo, algo subrepticiamente, el pasado 12 de julio.

Ese día, el galardonado poeta peruano Antonio Cisneros había llegado a La Moneda a una hora prudente y a las doce del día ya se encontraba sentado en primera fila, listo para ser homenajeado con el Premio Neruda de Poesía Iberoamericana. Tenía preparado un discurso bellísimo pero después de las palabras del presidente Piñera sólo atinó a reclamar airadamente que "la poesía es una lucha contra los lugares comunes". Durante el desarrollo del cóctel siguió repitiendo la frase hasta el cansancio a todo el que se acercó a saludarlo y no cejó en ello hasta que personal de palacio le dijo que la ceremonia había terminado hacía rato y que por favor abandonara el lugar. El vate optó por obedecer y se retiró, indignadísimo.

Y bien, estos son los hechos, ahora ¿cómo entender tamaña molestia del poeta peruano?
La única explicación que se me viene a la cabeza es que los peruanos nos tienen mala. Así de simple.
Porque me he dado el trabajo de revisar detenidamente el discurso del Presidente -agradezco una vez más la transparencia de la Ena y sus colegas- y no encuentro en él otra cosa que una pieza oratoria de fuste en la que el Seba se muestra tal como es: espontáneo, genuino y veraz.

El discurso comienza con una confesión muy honda señalando que siendo muy joven, "caí bajo los encantos de los poemas" de Neruda, y que los disfrutó bajo el sol de otoño en los jardines de Harvard, en compañía de la Ceci.
Más adelante, sorprende a la sobrecogida audiencia con que "no sólo de pan vive el hombre" para agregar inmediatamente que "muchas veces por olvidar este sabio principio, logramos desequilibrar el desarrollo integral que debe permear a todo ser humano". (Creo que por aquí fue cuando el poeta peruano comenzó a ponerse odioso... pero en fin).

Pero hay más. La pieza oratoria también le lleva alguito de erudición. En uno de sus mejores momentos, el Seba se permite un guiño a Aristóteles y sus cuatro elementos: agua, aire, tierra y fuego, cuando apunta que el vate galardonado "es un poeta, es un hermano, es un peruano y para mí es una gran satisfacción juntar estos tres elementos...".  Y aunque no venía a cuento, no trepidó en anotar a continuación que "la cultura es belleza".

Tampoco le tembló el verso al Seba cuando con sabia elegancia hizo una referencia al Canto General, ni más ni menos. Elevando un poquito la voz mientras se empinaba sobre sus zapaticos negros, declamó: "Yo incásico del légamo, toqué la piedra y dije ¿quién me espera? Y apreté la mano sobre un puñado de cristal vacío". (Siempre en la onda de la sinceridad, digamos que en esta parte la audiencia se anduvo como confundiendo y más de alguno se preguntó que a pito de qué, pero... bueno).

Pero lo mejor venía al final. El Seba agradeció profusamente al vate su visita y, henchido de entusiasmo, le entraron unas ganas de felicitarlo harto pero harto harto y ahí fue cuando le espetó el adverbio que había craneado casi toda la noche, y digo casi porque hasta las dos de la mañana tenía decidido decirle "tajantemente", pero cuando se despertó le vino al mate un adverbio menos tajante, así que finalmente terminó por felicitarlo "encarecidamente", lo que, después de todo, no deja de ser una novedad.

Fuente: Gobierno de Chile - Prensa Presidencia.